in Cuadernos de Historia
Empresariado textil y comunidad local: hacia una nueva zona de acción paternalista, Tomé 1900-1940
Resumen:
El presente artículo analiza el actuar del empresariado textil tomecino en su expansión económica, política y social hacia la comunidad local durante las cuatro primeras décadas del siglo XX, en la búsqueda de respuestas posibles sobre la finalidad de este comportamiento inserto en un proceso de readecuación productiva de los trabajadores a través del paternalismo industrial. De esta forma, los industriales, con las políticas de inserción y principalmente financiando obras públicas vinculadas a la transformación urbana, expandieron las dinámicas clásicas de control patronal hacia una nueva zona de influencia y dominio, integrando a la comunidad local como un nuevo sujeto receptor de sus prácticas paternalistas.
Introducción
Las transformaciones económicas del siglo XIX y las primeras décadas del XX obligaron a los establecimientos fabriles a entrar en un proceso de transición hacia el nacimiento de la gran industria. A través de una reestructuración de los procesos productivos y, por consiguiente, de un nuevo desenvolvimiento de las relaciones laborales, un gran número de fábricas dieron un paso rápido hacia la segunda etapa de la industrialización. Otras, en cambio, buscaron mecanismos de adecuación al trabajo fabril para las prácticas, aún vigentes, de trabajadores acostumbrados a la producción artesanal, por medio de un sistema de adaptación productiva llamado paternalismo industrial 1 . El principal objetivo de este fue la búsqueda y desarrollo de mecanismos que aseguraran la labor productiva, por medio de la atracción y fijación de la mano de obra, para, en un paso posterior, disciplinarla a nuevos horarios, espacios, oficios y comportamientos; en definitiva, crear un nuevo modo de ser del obrero 2 .
Jean Paul de Gaudemar logró identificar tres formas de disciplinamiento industrial que acapararon los espacios de producción y reproducción del obrero: el control patronal, el extensivo y el control maquínico 3 . En el primero, las industrias de la primera mitad del siglo XIX crearon sistemas de supervisión a través de castigos e incentivos, aplicaron beneficios extrasalariales tales como, raciones de pan, dispensarios de alimentos para el consumo familiar, atención médica y gratificaciones, entre otros. El reducido tamaño de las industrias permitió que esta relación se desarrollara sin intermediaciones que verticalizaran el trato con claros tintes clientelares y de patronazgo, dándole más importancia a los servicios que al salario. En cuanto al control extensivo, con el crecimiento de los establecimientos en maquinarias y número de personal, los empresarios expandieron su espacio de acción hacia los sectores de reproducción de los trabajadores, controlando el terreno de la sociabilidad de estos y burocratizando las relaciones laborales, con el doble fin de “constituir un mercado laboral estable y moralizar a los trabajadores dentro de los esquemas valóricos de los grupos dominantes” 4 . Los mecanismos se sofisticaron en Fondos de Previsión Social, Seguros de Retiro, la expansión de viviendas por medio de barrios y ciudades industriales y, con el fin de extenderse hacia un personal cada vez más numeroso y difícil de controlar, la verticalización se estructuró por medio de instituciones internas como los departamentos de Bienestar Social. A su vez, el fomento de actividades culturales y deportivas, abocadas a la regeneración del obrero industrial según los parámetros empresariales, buscaron consolidar el arraigo, compromiso y fidelización hacia la figura “paterna” del patrón, convirtiendo a los establecimientos en un “lugar familiar” 5 . Finalmente, el control maquínico, que en su desarrollo extremo llevaría al taylorismo, solo se dio en fábricas que utilizaron intensivamente modernas tecnologías para la producción en reemplazo de los trabajadores, sirvió para reforzar un “orden social altamente jerarquizado” 6 .
El paternalismo industrial tuvo una clara repercusión en algunas industrias americanas, principalmente estudiadas en Estados Unidos, México, Argentina y Chile 7 . Autores como Hernán Venegas, Diego Morales y Alejandra Brito han afirmado que, desde 1920, las dinámicas relaciones que surgieron entre patrones y obreros en las industrias textiles de la ciudad de Tomé estuvieron diseñadas bajo este modelo de control 8 . Es necesario precisar que la datación de esta estrategia corresponde a un paternalismo con tintes burocráticos, en el que la incorporación de departamentos de Bienestar Social en las industrias textiles marcaría el inicio de un programa paternalista a través de un control extensivo; sin embargo, para el caso tomecino las estrategias desplegadas por los industriales en las primeras décadas del siglo XX conjugaron tanto el control de orden patronal como extensivo. Respecto al primero, se les otorgó a los trabajadores servicios extrasalariales de viviendas, escuelas, alimentos diarios, además de incentivar la “familiarización” como mecanismo de captación que buscaba “el desarraigo de las formas tradicionales de convivencia y parentesco, en provecho y proyección de una forma de vida moral y burguesa, ligadas al ámbito urbano y moderno” 9 , teniendo como objetivo principal la reproducción física del obrero. Por su parte, las estrategias de control extensivo ampliaron el número de viviendas, crearon barrios aledaños a las fábricas, fondos de previsión social, seguros de retiro y departamentos de bienestar social, debido a que el número de operarios tendió a aumentar y hacerse más difícil el trato directo entre patrón y obrero. Además, la generación de redes culturales, deportivas y políticas financiadas por los empresarios profundizó el arraigo en cada industria.
Junto a este desarrollo simultáneo de estrategias, los empresarios textiles evidenciaron también un rol fundamental jugado fuera de sus áreas de influencias en los territorios fabriles que escapó de las definiciones anteriores, insertándose política y socialmente en la comuna. En una primera aproximación establecimos superficialmente que esta expansión representó un mecanismo de beneficio mutuo, entre industriales y autoridades locales, los que presentaban claras afinidades políticas y en ocasiones ejercían ambos roles. La llamada “alianza políticoindustrial” permitió perfilar el desarrollo comunal aprovechando “de forma más completa las ventajas del crecimiento económico generado por la industria” y posibilitar la expansión paternalista de los empresarios a la comunidad 10 . Sin embargo, el énfasis de ese trabajo en la integración de estos sujetos con el fin de diseñar una politización obrera alejada de corrientes políticas radicalizadas obligaba a reflexionar sobre ella de manera más personalizada.
Al respecto, Venegas y Morales indican que para el caso de la Sociedad Nacional de Paños de Tomé, la intervención del empresariado en las instituciones políticas y sociales de la comuna a través de la asistencia social estuvo vinculada al “requisito productivo –específicamente la búsqueda de una mano de obra regular en asistencia y capaz de cumplir horarios y tareas repetitivas–” 11 , desde esa esfera “mejoraban sus opciones para incidir en el desenvolvimiento urbano mitigando parte de problemas como la higiene, educación y forma de vida de los habitantes de Tomé” 12 . No obstante, esa aseveración, que si bien no es discutida, destaca que la expansión hacia la comunidad local respondía preferentemente a objetivos internos: “dotar de eficiencia a los trabajadores” 13 , quedando relegada la mejora de las condiciones generales de habitabilidad en la comuna a una estrategia dirigida a la consecución de este, es decir, funcional.
Por otra parte, como se ha demostrado, el desarrollo económico de Tomé tiene la particularidad de representar un caso particular de “transformación temprana como ciudad industrial” en el país. El éxito emanado por las industrias textiles permitió caminar, desde 1910, “bajo una clara línea de bonanza […] hacia un periodo de gran progreso” 14 . Durante los siguientes años, la llamada administración alemana en la fábrica Bellavista personificada en los sucesivos liderazgos de Federico Wolf, Carlos Werner y Roberto Schmutzer, y las administraciones de Marcos Serrano y Carlos Mahns en la Sociedad Nacional de Paños 15 , iniciaron una etapa floreciente de participación económica, ligada principalmente al financiamiento de obras públicas distanciadas de lo meramente benéfico y asistencial 16 ; considerando a este como un período inaugural, amparado en la bonanza y crecimiento local de las primeras cuatro décadas del siglo.
Sin embargo, se hace necesario precisar la diferencia existente entre la expansión que comprende el clásico comportamiento de las élites en cuestiones de beneficencia e inserción política y otra, donde la participación y el financiamiento de obras están más ligadas a la vía de la transformación urbana, al desarrollo social de la comuna, en definitiva, hacia el progreso 17 . En cuanto al primero, existe un consenso bastante claro en la historiografía, de que si bien, la élite empresarial protagonista del despegue económico chileno desde la segunda mitad del XIX, personificada en un empresariado minero y mercantil de cultura burguesa y liberal, intentó volcarse hacia el área industrial, tendió a fusionarse en los círculos sociales terratenientes, de cultura aristocrática y conservadora 18 , participando resueltamente en la actividad financiera, convirtiéndose en un empresariado rentista y especulativo, en vez de una burguesía propiamente industrial 19 . Esta fusión transformó las estructuras administrativas y sociales de la sociedad por medio de la personificación del modelo de vida burgués europeo, cuyo gusto especial por un nivel de vida “cada vez más refinado y lujoso” 20 incidió directamente en la sociabilidad burguesa, diseñándola bajo la ostentación, asiduos encuentros sociales entre pares e incorporando, además, su extensión de beneficios económicos por medio de la filantropía, aunque este último elemento representaba más la necesidad de conformarse como clase dirigente y no necesariamente un impulso social por el bienestar. Si bien el empresariado volcó su actuar mayoritariamente en este comportamiento, la idea “progresista y modernizadora” también estuvo presente en un sector de este 21 , especialmente cuando los crecientes ingresos fiscales del ciclo expansivo impulsaron el afán de las élites gobernantes para llevar adelante un proceso de transformación urbana que se vio reflejado con fuerza en los primeros años del nuevo siglo, trabajando conjuntamente. Específicamente para la zona de Concepción, la diferenciación central la realiza Leonardo Mazzei indicando que los primeros, personificados en los terratenientes de la provincia, abandonaron su proyección como sector industrial, dejándola en manos del nuevo empresariado extranjero, mientras que aprovecharon sus ganancias para constituirse como la élite social destinada a dirigir el “curso político administrativo de la ciudad y región”, incluso accediendo a cargos nacionales 22 . De esta forma, el impulso industrializador quedó en manos de los inmigrantes llegados a la zona en los últimos años del siglo XIX, mientras que la élite local se acomodó en lujos, ostentaciones y beneficencia; y aprovechó los altos ingresos del gran número de industrias en la zona para levantar procesos modernizadores. Ejemplo de esto recae en las industrias manufactureras creadas por italianos que se establecieronen la zona, cuya expansión económica permitió la transformación de las ciudades, especialmente en términos de crecimiento, conectividad y urbanidad 23 .
A pesar de que tanto la beneficencia como el financiamiento de obras públicas están orientadas bajo impulsos paternalistas por parte de los industriales, la diferencia reside en el fin que se persigue. Por una parte, la vivencia de una caridad cargada de tintes cristianos moralistas y por otra, la consecución de la transformación urbana por medio de la anhelada modernización.
En el caso de los empresarios tomecinos, estos acapararon las direcciones políticas de la comuna a la vez que no abandonaron su rol industrializador, unificando la beneficencia y la modernización bajo un solo grupo elitario, acercándonos a la idea de Wright Mills en Las Elites del Poder, en el que las élites empresariales no pueden actuar si no es con el apoyo de las élites políticas y militares, lo que las lleva a complementarse entre sí y generar redes que cimenten su consolidación como grupo dominante, posicionándolo como sujeto totalizante y poseedor del poder económico y político 24 . Dicha razón, nos plantea la necesidad de considerar el control social como la acción paternalista en su conjunto –dentro y fuera de los establecimientos– en la búsqueda por influir en todos los ámbitos posibles, tanto políticos, sociales o económicos. De esta manera, entendiendo que los sujetos con quienes se establecen estas dinámicas relacionales están fuera de las fronteras fabriles, dicho objetivo interno no parece agotar todas las posibilidades en cuanto a la finalidad del actuar del empresariado, pues la comunidad local abarca mucho más que al número de trabajadores. Todo esto exige una intención que supere lo meramente utilitario de su inserción en la comunidad local, lo que nos lleva a cuestionar, a través de una delgada línea, sobre la real intención del empresariado en esta expansión: ¿solo buscaba adaptar de mejor manera la mano de obra –objetivo clásico del paternalismo industrial–?, ¿cuál fue el significado de asumir como industriales el progreso de la comuna?, ¿pretendían incidir en la comunidad local estableciendo un nuevo campo de dominio paternal?
Dicho esto, la hipótesis planteada propone que la intervención del empresariado textil en la comunidad local a través de la participación política y social, y principalmente el financiamiento de obras públicas, representó una nueva zona de acción paternalista durante las primeras cuatro décadas del siglo XX. El impulso por llevar adelante el progreso y modernización de la comuna junto a las autoridades locales fue un reflejo de las prácticas de asistencia dentro de los establecimientos. Con esto los industriales se consolidaron en las esferas elitarias de la comuna, adecuándose a sus prácticas sociales, políticas y económicas, sin abandonar su labor empresarial en las fábricas; en definitiva, una élite industrial y progresista capaz de llevar adelante procesos industrializadores asumiendo el bienestar social como parte de dicho proyecto.
El presente artículo está ordenado en cinco acápites. El primero intenta dar una breve mirada al desarrollo industrial del período y la inserción de los industriales en los núcleos elitarios de la comuna, con el fin de contextualizar la idea del éxito económico que se dio en las primeras décadas del siglo y cómo este venía gestándose desde mediados del siglo XIX con el impulso del ciclo triguero, del cual fueron partícipes los futuros empresarios textiles. El segundo examinará la expansión social y política, ya que esta fue la que permitió su inserción en la comunidad local y afianzar los aportes económicos. En tercer lugar, se profundizará sobre la expansión económica hacia la comunidad local, puesto que la beneficencia y la asistencia representaron una puerta de inserción social a la élite comunal. Como cuarto apartado se especificará la expansión económica en su dimensión modernizadora, especialmente lo referido al financiamiento de obras públicas con el fin de explicitar la acción empresarial en pos de la transformación urbana. Por último, se analizará brevemente la autopercepción de las prácticas paternalistas que tanto industriales como medios locales evaluaron de la gestión empresarial, en el sentido que esta identificación personal y comunitaria consolidó al paternalismo industrial como un mecanismo eficaz dentro de las industrias, y al municipio como territorio donde estos impulsaron políticas modernizadoras.
Escenario económico y social de los industriales
Con el ascenso de la industria molinera en la segunda mitad del siglo XIX, debido especialmente a la fiebre del oro californiano, la llegada de familias de empresarios industriales se hizo inminente en la zona, en gran medida porque Tomé se situaba en un lugar estratégico como el puerto que conectaba las abundantes zonas trigueras de la región del Maule y la actual región de Ñuble. Luego de las guerras por la Independencia surgió en la zona un gran “núcleo de británicos y angloamericanos”, quienes junto a algunos industriales “criollos” impulsaron la conformación del “primer empresariado moderno” a través de la molinería
25 , destacando nombres como Matías Cousiño, Tomás Kingston Sanders, Guillermo Gibson Délano, quien en 1865 fundaría la Fábrica textil de Bellavista, y José Ignacio Palma, que más tarde impulsaría la actividad vitivinícola en la zona. Gran parte de esta actividad estuvo concentrada en el Departamento de Coelemu, especialmente en la ciudad de Tomé. Sin embargo, el declive del ciclo exportador triguero mermó las actividades y muchos de los empresarios emigraron hacia nuevas áreas quedándose unos pocos. Así, en la segunda mitad del siglo XIX, un nuevo grupo de inmigrantes industriales hizo su entrada en la comuna para explorar nuevas vetas de producción. En 1886 el alemán Federico Wolf contrajo matrimonio en Tomé con María Karoline Werner Ritcher 26 , perteneciente a una familia de inmigrantes alemanes osorninos que se avecindaron en la ciudad y con quienes establecería más tarde una sociedad, asumiendo en 1897 la dirección de la fábrica textil de Bellavista 27 , que no había logrado un repunte importante desde su fundación. Junto a su cuñado Carlos Werner como socio minoritario, comenzarían a levantar la industria textil en la ciudad hasta convertirla en uno de los grandes establecimientos del país. Por su parte, Ida Werner Richter se casó con Edmundo Witting Ziebrecht 28 , importante industrial de la zona, quien también pasó a formar parte esencial en la administración de la fábrica y en la vida social de la comuna. De este modo, la familia Wolf, Werner y Witting iniciaron un largo camino de impulso y renovación de la fábrica, unidos por lazos que sobrepasaron lo meramente económico; esfuerzos que se sumaron, además, en integrarse a un escenario social comunal con una clara identidad de progreso que los recibió con los brazos abiertos 29 . Por su parte, Marcos Serrano llegó en 1905 a Tomé y pronto comenzó a formar parte de la vida social de los tomecinos, a través de sus labores industriales y agrícolas 30 . Contrajo matrimonio con Alicia Palma hija de un antiguo intendente de la provincia y perteneciente a una familia de empresarios que incursionaron en el mundo molinero y vinícola de la zona. Su reconocida acción benéfica y una efectiva gestión le permitieron asumir en 1913 la Sociedad Comercial Kraft y Cía., que más adelante se convertiría en la floreciente Sociedad Nacional de Paños de Tomé.
Ya en los primeros años del siglo XX, la prosperidad de las industrias textiles permitió que la relación entre industriales y comunidad local estuviera permeada por un crecimiento económico que se vio beneficiado por una serie de medidas proteccionistas que resguardaron el valor de la producción nacional de este rubro a través del encarecimiento de las importaciones 31 . Ya hacia la mitad dela segunda década del siglo, las dos industrias textiles tomecinas estaban en una disputada posición de liderazgo con otras industrias del país, en cuanto al nivel de producción y al valor de esta 32 . El número de trabajadores entre ambos establecimientos hacia 1920 bordeaba los 700 operarios 33 , y para 1932 este número se acrecentó luego de que se fundara una nueva y gran industria, la Fábrica Ítalo Americana de Paños S.A., más conocida como FIAP. Especialmente la administración alemana de Bellavista fue la encargada de llevar adelante este impulso, “recordado como un periodo de esplendor y auge para la fábrica” 34 ; sin embargo, la bonanza no solo fue para las industrias textiles, pues en la comuna también permanecían con fuerza la industria molinera y vitivinícola, además de un gran desarrollo del comercio local 35 . Con ello, todos los actores del escenario social se hicieron parte de algunos de los beneficios emanados
de este repunte y participaron de manera activa en la construcción de un Tomé que caminaba hacia la prosperidad. Se hace necesario, por tanto, precisar el alcance de la expansión que los industriales desarrollaron en la comunidad local en sus diferentes aristas.
Expansión política y social
Fue mediante su integración social a la comunidad que tanto las actividades económicas como las políticas adquirieron un mayor significado. El refuerzo identitario que implicaba acercarse a las altas esferas de poder tomecinas, permitía otorgar el sello como grupo social de élite, tal como describió Rafael Miranda durante la segunda década del siglo XX 36 . De este modo, la labor de estos como sujetos dominantes necesitó de la abierta incorporación y aceptación por parte de la élite local, acaparando los escenarios sociales y políticos, incluso, haciéndose partícipes de ellos.
En 1910, por ejemplo, Edmundo Witting fue electo para asumir la administración del Hospital de Tomé por primera vez luego de la remoción del “señor Encina”. Esta designación, a cargo de la Junta de Beneficencia de la comuna, confió en que las “dignas cualidades” del administrador de la fábrica Bellavista llevaran a cabo “socorros para los desvalidos” con la misma dedicación y “filantropía” desempeñada en la industria 37 . Unos meses más tarde renunciaría al cargo y asumiría otro industrial, Marcos Serrano 38 . A pesar de ello, posteriormente, en 1919 volvió al puesto 39
y se mantuvo en este hasta 1922, cuando se retiró definitivamente para “tomar participación muy activa en una empresa industrial” fuera de Tomé 40 , específicamente la fábrica de Paño Biobío ubicada en Concepción y que había sido fundada y organizada en Tomé el año 1919 41 . A pesar del retiro de dicha institución, su participación en la vida social de la comuna no cesó, pues en septiembre de 1922 organizó junto a Serrano y Carlos León Palma una tertulia artística en conmemoración del aniversario de la independencia del país en “el espacioso hall del Hotel France”, que contó con la asistencia de las familias más reconocidas de comerciantes, industriales y políticos de la comuna, desfilando nombres conocidos como Ida Werner de Witting, Alicia Palma de Serrano, Fresia Villagrán de Muñoz, Manuel A. Moena, Desiderio Muñoz, Carlos Mahns, María Gómez Lobos de Mahns,
Elsa Witting, Ana Christiansen de Eissler, Rafael Miranda, Samuel Muñoz, entre varios más, lo que dio cuenta no solo que estos ya estaban constituidos como un círculo cercano y cerrado, sino que además compartían parentescos y relaciones familiares que se fueron entrelazando con los años 42 . Otra muestra clara la daba el Club Social de Tomé, en el que se pudo constatar la presencia de los grandes empresarios de la comuna como Adolfo Eissler, Pablo Kraft, Carlos León Palma, Enrique Mass, Desiderio Muñoz, J. M. Puelma, Alfredo Ward, Guillermo Hinrischsen y nuestros protagonistas Marcos Serrano, Carlos Werner
y Edmundo Witting 43 . De esta forma, no fue raro encontrar a los industriales financiando una serie de obras benéficas administradas en gran medida por las personas mencionadas anteriormente, o bien participando de actividades
organizadas dentro de estos mismos círculos, como la Fiesta de la Primavera 44 o el Comité “pro-ayuda” al norte debido al último terremoto 45 . Por otra parte, ese mismo año, en Coelemu se creó el “Comité Departamental pro-Obligación Escolar” con el fin de expandir la “bienhechora labor” de instrucción por toda la zona, quedando Serrano en la comisión de prensa de dicho organismo 46 . Del mismo modo, el Consejo Departamental para Habitaciones Obreras designó como consejero a Witting 47 . Con ello, se comprende la utilidad de las cenas sociales con fines benéficos, pues constituyeron una eficaz herramienta para reconocerse como clase, ganar posiciones políticas y expresar su condición de élite por medio del altruismo.
En el ámbito político, el empresariado tomecino, sin abandonar su proyección como sector industrial, llegó a altos puestos de poder dirigiendo “el curso político administrativo de la ciudad y la región” 48 . Participó activamente como miembro de algunos partidos, especialmente del Radical y Liberal, con algunas excepciones como Augusto León Palma que en 1919 se unió a las
filas demócratas 49 . A nivel local, Witting se desempeñó en 1917 como regidor de la comuna 50 , siendo sucedido al año siguiente por Marcos Serrano, electo como primera mayoría con 541 votos 51 . Esta responsabilidad la asumió con mucha popularidad frente a los votantes, pero no estuvo exenta de conflictos al interior de la alcaldía. En ocasiones sus reiteradas intervenciones en las sesiones municipales generaron fuertes discusiones, especialmente cuando se trataba del presupuesto y la transformación urbana 52 . Este accionar político y social, a través de su participación en dichos encuentros, se repitió con cierta frecuencia, invitando en variadas oportunidades a Witting y, ocasionalmente, a Carlos Werner. A nivel provincial la vía parlamentaria fue el camino transitado en la década de 1920. Serrano se desempeñó como diputado por el Departamento de Coelemu, Talcahuano y Concepción entre 1924 y 1934 donde “abogó por la creación de una legislación que protegiera la industria nacional, y por sobre todo la industria textil” 53 . Por su parte Werner, en 1926 resultó electo senador por Arauco, Malleco y Cautín, cargo que no pudo ejercer en su totalidad debido a su fallecimiento a fines de ese mismo año 54 . Sobre Federico Wolf no hay información acerca de su afiliación a partidos políticos, aunque estaba presente en los registros electorales de la comuna 55 , asumiendo incluso la presidencia de las mesas receptoras diseñadas por la Municipalidad 56 .
En ocasiones, al igual que los industriales, sus familias también se insertaron en la vida política de la zona. El caso más emblemático fue el de Emilia Werner Richter, designada por el presidente Carlos Ibáñez del Campo como alcaldesa de la comuna de Ranquil, convirtiéndose en 1928 en la primera mujer en asumir dicho cargo en el país. Lo que sería destacado muchos años más tarde por María Barriga Guzmán, subsecretaria de Educación Pública de Chile, apelando a que durante su período de labores “se dedicó con especial preocupación a los problemas del campesinado y del desarrollo educacional de la comuna de Ranquil”, ocupando “un lugar destacado en la historia política de la mujer chilena” 57 .
De esta forma, la participación política y social se vio materializada en su incorporación a variados clubes sociales y partidos políticos que los llevaron a ostentar puestos de poder fuera de las fábricas, permitiéndoles posicionarse como sujetos de la élite comunal a la par de fomentar e impulsar la protección y desarrollo de la industria local y nacional. De ese modo, el municipio comenzó a formar parte de un nuevo territorio en el que diseñaron estrategias políticas y sociales que el éxito económico les permitió sostener. En cuanto al progreso, las estrategias económicas dilucidarían de forma más concreta estas aspiraciones.
Expansión económica: la beneficencia como clásico comportamiento de las élites.
La personificación del modelo de vida burgués europeo que las élites empresariales chilenas demostraron con fuerza durante el cambio de siglo, motivó instintivamente el comportamiento de las élites tomecinas. La sobrevivencia del empresariado foráneo en el territorio dependía de una integración rápida en las cúpulas sociales de la comuna, por lo que la asistencia social caritativa, como la beneficencia, constituyó una actividad ideal tanto para plasmar las ventajas económicas de las industrias textiles como para desarrollar una vida social activa dentro de la comunidad, con el fin de cimentar su influencia y generar redes que fortalecieran la proyección de sus negocios a largo plazo.
El alemán Federico Wolf fue el primero de los industriales que sobrepasó las fronteras de la industria contribuyendo a la comunidad; ya en 1907 donaba $2500 a los niños con mejor rendimiento de las escuelas fiscales 58 , consolidándose como el gran benefactor de las escuelas públicas de la comuna 59 , aporte que se mantendría muchos años, incluso, cuando este ya no fuera el dueño de la fábrica de Bellavista, como se verá aún en 1922, uniéndose Marcos Serrano, administrador de la Sociedad Nacional de Paños, quien “una vez más, demostró su interés por la educación, donando cierta suma de dinero para premiar el aprovechamiento de los alumnos” 60 . Por otra parte, la donación de insumos para el hospital también fue una labor asumida en la comuna como lo hicieron Wolf y Witting en 1910, quedando el centro médico “en condiciones de hacer operaciones, aún hasta las difíciles” 61 , al igual que la realización de colectas para combatir el tifus en las que los aportes alcanzaron importantes sumas de dinero entregadas como instituciones fabriles e individuales 62 , incluso, en otros ámbitos más ajenos, como el pago de cuotas para beneficiar a la banda de músicos de la comuna, permitió ver la presencia de los industriales 63 . Por su parte, Marcos Serrano en nombre de la Sociedad Nacional de Paños donaba cada año $600 al Asilo de Ancianos que administraba la Sociedad de Beneficencia de la comuna donde participaban normalmente las esposas de los empresarios y comerciantes 64 . Precisamente Ida Werner, hermana de Carlos Werner y esposa
de Edmundo Witting, en 1917 visitó personalmente a Prudencio Manríquez, un joven “inválido” de Bellavista “botado sobre un pobrísimo lecho”, al que le donó aquello “que más necesitaba” 65 . Además, Alicia Palma, esposa de Serrano, lideró en 1922 una colecta comunal para ayudar a los damnificados del terremoto que azotó el norte del país ese año 66 . Lo mismo hicieron en una colecta para Adela Silva “que se encontraba en situación angustiosa y cuyo avanzado estado de enfermedad contagiosa significaba un verdadero peligro” para la comunidad al no contar Tomé ni la región con un asilo para su situación 67 . Dos años después, Carlos Mahns, gerente de la Sociedad Nacional de Paños, donó la suma de $250 a la fundación de Socorro Infantil con el fin de ayudar a esa “filantrópica y humanitaria institución” 68 .
De esta forma, la inserción económica de los industriales, en una primera instancia, constituyó un elemento que no escapó de las definiciones clásicas sobre el comportamiento de las élites empresariales chilenas. La beneficencia constituyó una insignia para aquellos que pretendían ostentar espacios de poder, además de significar el espacio de sociabilidad burguesa por excelencia. Con esta pudieron reforzar su inserción en la comuna, cimentar su rango de élite, pero también engendrar la semilla de un discurso benevolente y paternalista en la comunidad, que ayudó a imprimir el sello filantrópico de sus actos, especialmente en aquellos que estaban fuera de su núcleo industrial.
Expansión económica: la transformación urbana como proyecto modernizador
En un contexto económico local de pujante crecimiento se entendería que los ingresos de las industrias bastarían para levantar por sí solos proyectos de mejoramiento social por parte de las autoridades. Sin embargo, los empresarios decidieron participar aún más directamente, por medio del financiamiento de la transformación urbana de la ciudad, logrando influir económicamente en proyectos que distaban bastante de las fronteras de sus establecimientos.
Principalmente Carlos Werner logró consolidarse como el líder y gestor de muchos proyectos que se hicieron en conjunto con el municipio, financiando parcial o totalmente algunos de ellos. En 1917 financió el arreglo de puentes y cauces de ríos cercanos a las instalaciones de la fábrica Bellavista, pero que no dependían expresamente de su dominio 69 , lo que reiteró al año siguiente aportando $50 de un total de $116 para la reparación del camino hacia Coronel, sector ubicado al interior de la población Bellavista en el que residían algunos obreros de su industria 70 . Al año siguiente la Sociedad Vinícola del Sur ofreció a la Municipalidad financiar el adoquinamiento de la calle Rogers Zerrano, pagando la cuota total que debía costear el municipio, además de la cuarta parte de los trabajos que le correspondería por colindar con dicha vía 71 . Ese mismo año, el municipio tomó la iniciativa de juntar fondos para arreglar el camino que conectaba Tomé con Penco y así compensar el aporte que había otorgado el fisco para dicho proyecto; en este, Carlos Werner aportó $300, Edmundo Witting $200, la casa Gibbs y Co. $200, al igual que Marcos Serrano y Desiderio Muñoz, además de otros aportes industriales de valores similares, reuniendo en total $2000
72 . Dos años más tarde, además, la fábrica financiaría a los trabajadores que arreglarían la Avenida Latorre, vía que daba el ingreso principal a la comuna 73 , además de ofrecer los adoquines de su cantera 74 . No obstante, este proyecto tendría varios tropiezos durante la década del 20, lo que sería recriminado insistentemente por el industrial, exigiendo concretar su arreglo 75 . Por su parte, la Sociedad Vinícola del Sur costearía los gastos para el asfaltado de las veredas existentes al inicio de dicho camino 76 , esfuerzo al que se sumaría más adelante Marcos Serrano, al adoquinar la calle aledaña a la Sociedad Nacional de Paños 77 . De igual forma, Edmundo Witting otorgó un aporte monetario para la construcción de un casino en el Balneario, algo fundamental en una ciudad que recibía a muchos veraneantes durante su temporada estival. En 1923, mientras se levantaba la construcción de la iglesia de Bellavista, Werner instaló en el cementerio de la ciudad un mausoleo para su familia, el que fue acompañado más adelante por el financiamiento de variadas obras de ornato, entre las que se cuentan el pórtico de la entrada principal, incluso el adoquinamiento completo de toda la avenida que da acceso al cementerio, la que actualmente lleva su nombre 78 . Durante aquella década, la fábrica de Bellavista continuó financiando más proyectos municipales tanto de arreglos de caminos, como la plaza central de la comuna, incluyendo la instalación de la pileta totalmente costeada por el industrial 79 , además de la instalación de luz eléctrica en algunas escuelas nocturnas 80 .
En la década siguiente comenzó a planificarse la creación de un estadio para la ciudad; en dicho proyecto el aporte de las industrias radicó en $20 000 por la Fábrica de Paños Bellavista, $4000 por Fábrica de Paños El Morro, $8500 la Fábrica Ítalo Americana de Paños y $16 000 la Sociedad Nacional de Paños 81 .
Por su parte, las celebraciones de Fiestas Patrias se convirtieron en un momento especial para que todos los sectores políticos y sociales de la comuna se hicieran partícipes por medio del financiamiento. Para 1907, la fábrica de Bellavista costeó más de la mitad de los gastos totales para las celebraciones públicas de toda la comuna 82 ; posteriormente, en 1910, el aporte de las industrias en relación con el municipio disminuyó, pero se diversificó en cuanto ya no solo se aportaba como establecimiento, sino también individualmente, apareciendo los nombres de grandes representantes comerciales e industriales, tales como Edmundo Witting, León e Hijo, Alejandro Araya, Alberto Biyons, Manuel J. Vallejos, Froilán Cisternas, entre otros 83 . Muchos de ellos fueron personajes que en pocos años se tomaron el espacio político de la comuna. Para las décadas siguientes, las erogaciones para dichas celebraciones seguirían el mismo curso.
Todo esto, sumado al éxito económico vivenciado durante las primeras décadas, levantaría en los años 30 una clara noción identitaria de orgullo, que daba cuentas de una ciudad que sabía caminaba por las sendas del progreso y se sentía llamada “a un porvenir grandioso no soñado” 84 , aunando fuerzas entre empresarios y autoridades para seguir financiando obras durante los años venideros.
En suma, estos ejemplos permitieron distinguir la acción benéfica de la transformación urbana. Una inserción económica que acaparó un nuevo territorio en el que los industriales pudieron reflejar las medidas tomadas dentro de sus establecimientos. Mientras que a su alrededor construyeron nuevas poblaciones equipadas con iglesias, escuelas, cuarteles de policías, entre otros; en la comuna costearon el mejoramiento de calles, construyeron nuevos espacios recreativos y elementos ornamentales para la ciudad, además de financiar actividades públicas y festivas donde participaron ellos y toda la población tomecina, al igual que en sus fábricas. De este modo, la transformación urbana no fue un aporte caritativo, sino un modo de hacerse partícipes directos en las organizaciones y decisiones del municipio encaminadas hacia el progreso de la comunidad, un proyecto por el que caminaron municipio e industriales en mutua colaboración y que se convirtió en una extensión de estrategias paternalistas desplegadas dentro de las fábricas.
Autopercepción de las prácticas paternalistas
El carácter paternalista de las prácticas de control social debía desplegarse por medio de una discursividad clara y fuerte, que enunciara las profundas intenciones que direccionarían su actuar, de manera que los receptores –trabajadores y comunidad local– internalizaran la figura del patrón no como un sujeto opresor, sino bondadoso y altruista.
Carlos Werner fue uno de los primeros en tomar conciencia de la importancia de expresar aquellas convicciones, especialmente luego de una gran huelga el año 1920. Con temor y enojo manifestaba al gobernador del Departamento de Coelemu que la actitud de los trabajadores movilizados se había transformado en una “verdadera chacota”, situación que no ameritaba, según su criterio, pues en todos los años en que él se había desempeñado como industrial había procurado otorgar un “cuidado verdaderamente paternal por el bienestar personal de todos ellos” 85 . Lo que profundizó unos días más tarde, al exponer con detalles a los obreros la serie de beneficios que habían sido otorgados durante su período como propietario de la fábrica, lo cual, a su juicio, manifestaba un “anhelo constante de procurar el bienestar” de los obreros 86 . Precisamente por esos años, Marcos Serrano expresaba lo suyo al momento de agradecer su nombramiento como socio honorario de la Sociedad de Socorro Infantil de la comuna, preguntándose en primera instancia si era merecedor de tan “alto honor”, pero otorgando su propia respuesta al decir que, luego de examinada su conciencia, estaba al tanto de sus anhelos por ver a ese tipo de obras “en el camino del bienestar y de la eficacia”, lo que le condujo a aceptar dicho reconocimiento 87 . Al año siguiente, procuró ser aún más directo ante la prensa al dar a conocer un proyecto habitacional que deseaba gestar para los trabajadores de la Sociedad Nacional de Paños, expresando con “orgullo legítimo” que en su vida como industrial las dificultades con los obreros habían estado ausentes, pues procuró ser en todo momento “un buen padre de familia” para ellos 88 . Carlos Mahns, en una entrevista realizada al periódico comunal La Prensa, se refirió al enorme listado de servicios entregados a los trabajadores en 1934, diciendo: “nosotros practicamos la regla moral del ayúdame, que yo te ayudaré […] nuestros proyectos son ilimitados y solo deseamos que el tiempo y los medios nos permitan realizarlos” 89 .
Por su parte, tanto las autoridades como la prensa reconocían ver en ellos actitudes de legítimos filántropos y padres industriales, lo que en ocasiones los llevó a tener más autoridad frente a las decisiones municipales. En 1918, para lidiar con una laguna que con el correr de los años se había convertido en un foco infeccioso en Bellavista, el segundo alcalde Froilán Cisterna propuso llenarla con los “desmontes” sacados de las reparaciones de Avenida Latorre, sin embargo, esos escombros ya habían sido pedidos por Werner, pues gran parte del trabajo realizado en dicha obra fue financiado por su cuenta, por lo que los presentes consideraron que les era imposible negarse a tal petición del industrial 90 , evidenciando el profundo respeto que había logrado por parte de las autoridades municipales. En 1924 el directorio de la Sociedad de Socorro Infantil agradecía a Carlos Mahns por la donación mensual que la Sociedad Nacional de Paños hacía a dicho organismo, lo que era catalogado como una “ayuda generosa y espontánea de los altruistas jefes” de la fábrica 91 . Pero la fama y respeto no solo se concentraron dentro de las fronteras de la ciudad, en 1922, mientras se celebraba la colocación de la primera piedra de la iglesia de Bellavista, ideada y financiada por Werner, el secretario del Obispado de Concepción, Miguel Ángel Alvear, manifestó por medio de un “fogoso discurso” la admiración por la “actitud filantrópica y noble” del propietario de la industria, haciendo un llamado a los trabajadores para caminar hacia la “confraternidad con sus patrones” 92 .
En cuanto a la prensa, esta no escatimó esfuerzos en presentar las grandes labores impulsadas por el empresariado. En 1910 El Independiente se refería a las “singularidades cualidades que […] adornan” al señor Witting luego de su nombramiento como administrador del hospital, el que, a pesar de no poseer todo el tiempo para este oficio, se confiaba en que el subadministrador
actuaría con “el mismo tino y filantropía” que el administrador de la fábrica de paños 93 . Años más tarde, con motivo de la primera huelga general de los textiles de Bellavista, El Sur expresaba que aquel establecimiento era “tal vez, uno de los únicos establecimientos industriales que han abordado resueltamente, sin aguardar exigencias ni revueltas, el aspecto del bienestar y comodidad de sus obreros”, que por medio de los variados beneficios con que la industria ha provisto las necesidades de los trabajadores, estos “se encuentran en una situación privilegiada con respecto a los demás obreros de la región y aún del país” 94 . Es probable que esto impulsara a la prensa a estimar que la única forma de solucionar la movilización era mediante el diálogo con el propietario de la fábrica que se encontraba fuera de la ciudad, de quien estaban “casi convencidos” que a su llegada los obreros verían atendidas sus peticiones 95 . Precisamente sucedió lo esperado y la huelga encontró soluciones unos días después, expresando La Divisa que no “podía esperarse otra cosa dado el altruismo y generosidad del señor Werner, que con este paso ha dado pruebas de que se interesa por el bienestar de la gente que con sus músculos da impulso a su establecimiento” 96 . De esta forma la prensa le atribuyó el protagonismo y el éxito de las paralizaciones y sus demandas más a los industriales que a los propios trabajadores que levantaban los movimientos, quedando estos en claro segundo plano. Esta apreciación se mantuvo en lo sucesivo con la gerencia de Roberto Schmutzer, el tercer y último “alemán” en llevar adelante la etapa de “oro” de la industria, quien, a juicio de La Prensa, había logrado conquistar “el aprecio de sus empleados y obreros” al punto de que emanaba “verdadera idolatría por él y por su distinguida sra. esposa” 97 . Lo mismo sucedía con la Sociedad Nacional de Paños llevada adelante por Marcos Serrano y Carlos Mahns, sobre quienes La Divisa expresaba que se reconocía abiertamente que el “buen pie y floreciente situación” de dicha industria, se debía a “la iniciativa y tino de su digno Director Gerente” el señor Serrano 98 , quien ya había demostrado con los años su preocupación por el progreso y bienestar de la comuna y los trabajadores. Sin embargo, la muestra más clara de admiración recayó en Mahns, el que no solo destacaba por ser un “gran técnico dentro de la industria textil”, sino que se acercaba al rol de “un experto psicólogo” que, con esfuerzo y capacidad de escucha, logró comprender “las aspiraciones y necesidades del personal” acercándose a “ellos con su palabra generosa y calidad de amor para todos”, convirtiéndose de esta forma, en la muestra excelente de “un gran padre de familia” dentro de su industria 99 .
Debido a aquello, los industriales fueron capaces de advertir que el convencimiento de sus prácticas de control social debía estar bajo el diseño de proyectos sociales, y que esto no sería llevado de otra forma que discursivamente. La percepción de sí mismos los llevó a considerar que la larga lista de beneficios sociales no representaba más que bondad y amor para los trabajadores, de quienes se sentían verdaderos padres, responsables de una gran familia industrial que debían cuidar y proteger. Probablemente esto permitió que su paternalismo extensivo a la comunidad tuviera éxito, porque fue consciente y premeditado al punto de que las autoridades y la prensa en general lo avalaron y defendieron con ahínco. Tanto su rol como industriales dentro de las inmediaciones de las fábricas como el de filántropos fuera de ellas, permitieron que estos se instalaran en la comuna como sujetos de poder, como una élite industrial que caminaba hacia el progreso a través del bienestar social y el financiamiento de las decisiones y proyectos de todo un municipio, reflejando su rol de “padre” tanto dentro como fuera de la industria.
Conclusiones
A través de este breve recuento se evidencia la labor que los industriales desempeñaron fuera de las fronteras fabriles y se diseñó bajo una eficiente integración en los círculos sociales y elitarios de la comuna. En efecto, por medio de una activa participación política y social, los empresarios acapararon puestos de poder fuera de las fábricas mediante la clásica práctica de ostentación a través de la beneficencia, cenas sociales y tertulias. Sin embargo, la decisión de hacerse partícipes del progreso comunal por medio del financiamiento de obras públicas, al mismo tiempo de su inserción política en la comuna, permitió distinguirlos del comportamiento habitualmente diferenciado entre élites industriales y gobernantes, pues las esferas de acción no estaban solamente bajo los muros de sus establecimientos o a la espera de la escasa ayuda estatal que podían brindar a pueblos pequeños, sino que se hicieron partícipes con sus industrias de implementar, por su cuenta, el desarrollo y transformación de la ciudad. De esa forma se posicionaron como sujetos de élite con claras miras hacia el progreso y la modernización, a la par de fomentar e impulsar la protección y desarrollo de la industria local y nacional. Con esto, además, el municipio pasó a formar parte de su radio de acción paternalista, con el que diseñaron nuevas y más eficientes estrategias políticas y sociales de control para sus trabajadores a la vez que reflejaron esta asistencia en el financiamiento de obras públicas de beneficio comunitario. Precisamente, para consolidar esta acción paternalista, las prácticas de control social estuvieron diseñadas bajo proyectos sociales que revestían un carácter benefactor que fue llevado de forma discursiva. En ese sentido, la autopercepción de los industriales respecto de sus medidas los llevó a considerar una larga lista de beneficios sociales como muestra de bondad y amor para los trabajadores, de quienes se sintieron verdaderos padres, responsables de una gran familia industrial que debían cuidar y proteger. Tanto las autoridades como la prensa en general comprendieron de esa forma las prácticas y las defendieron con firmeza, pues daban cuenta de actos filantrópicos y generosos de una élite industrial que caminaba hacia el progreso a través del bienestar social y que, además, sustentaba las decisiones y proyectos de todo un municipio, confirmando su rol de padres dentro y fuera de los establecimientos. La delgada línea que nos propusimos investigar sobre las intenciones reales del empresariado para esta expansión, si bien permitieron la consecución de objetivos internos que consolidaron la readecuación productiva de los trabajadores, también dieron un nuevo sentido y definición a la comunidad local, que no participó del paternalismo industrial de los establecimientos como un mero espectador, sino como un nuevo sujeto receptor beneficiario del crecimiento económico emanado de las industrias.
Finalmente, todas estas ideas preliminares sobre el comportamiento del empresario textil permiten cuestionar algunas concepciones preestablecidas en el estudio de las élites empresariales chilenas, que históricamente han acarreado conclusiones generales desde la minería y la agricultura, quedando la manufactura como la hermana olvidada, la sin voz, dependiente de los llamados bastiones de la economía chilena durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX. Esto abre la puerta a nuevas consideraciones e interrogantes sobre el rol empresarial en los procesos políticos y económicos locales, necesarios de revisarse constantemente, especialmente bajo la voz de sus protagonistas.
Resumen:
Introducción
Escenario económico y social de los industriales
Expansión política y social
Expansión económica: la beneficencia como clásico comportamiento de las élites.
Expansión económica: la transformación urbana como proyecto modernizador
Autopercepción de las prácticas paternalistas
Conclusiones